Black Hole de C. Burns es una puerta que una vez que se la cruza, se cierra sola, y no se abre desde adentro. La habitación está totalmente sin luz y nuestros ojos se empiezan a acostumbrar a las formas. Reconocibles al principio, perturbadoras un tanto después, pero siempre familiares. Es mejor ir acostumbrando la vista que prender la luz y encontrarse todo de golpe.
Charles Burns es un historietista americano, nacido en Washington en 1958. Cuenta entre sus mayores influencias a Robert Crumb, la revista MAD y las películas de Roger Corman. Trabajó como guionista, dibujante, entintador; quizás lo más conocido de su trabajo sea lo que salió en RAW, una revista editada por Art Spiegelman y su esposa, clave en cuanto al comic underground.
En 1994
empieza su trabajo más ambicioso: Black Hole. A simple vista es una historia de
adolescentes, sexo y drogas. Y una enfermedad que se propaga entre ellos. Esta
enfermedad (o bacilo, como lo llaman entre ellos) afecta de manera diferente a
cada persona. Pero la enfermedad real tiene más que ver con visión condenante de
los demás. Esa es la que no se cura.
Los climas y
situaciones que crea Burns son como los mejores momentos de películas de directores
como D. Lynch o D. Cronenberg, logrando una extraña sensación entre repulsión y
atracción. Es un asco, pero querés saber todo el tiempo que va a pasar. Una vez
que se abre la puerta a Black Hole uno se queda solo, así transita ese camino y
así es como termina.